Si plantamos una semilla no podemos estar escarbando cada cinco minutos para ver si ha crecido.
Entonces, ¿por qué seguir cuestionándonos todo el tiempo las decisiones que tomamos y nuestro trabajo duro?
Tengamos paciencia y sigamos regando nuestras semillas!
Pensar y repensar, dudar y cuestionar, a veces nos llena la mente de preocupaciones y nos deja agotados, además nos quita tiempo y espacio (mental) para tener nuevas ideas o ser más eficientes y productivos.
¿Impaciente?
¿Muy impaciente?
Algunas recomendaciones prácticas:
- Establece metas a corto plazo (un día a la vez). Esto te ayudará a mantenerte más enfocado en el presente y te sentirás recompensado por haber logrado varias cosas en poco tiempo.
- Ponle un alto a tus pensamientos exagerados y fatalistas. También analiza tus palabras y mejor toma un respiro para ver si esas frases te harán más daño que bien. Es bueno hacer catarsis pero siempre que seas realista y responsable ante quienes te estás “descargando”. Recuerda que la angustia se contagia más rápido que la gripa y puede convertirse en un círculo vicioso!
- Escucha y atiende las señales de tu cuerpo. Él te dirá si estás en tensión o demasiado acelerado y debes relajarte. No pases por alto lo que necesita tu cuerpo por traer una mente a toda velocidad. Se necesitan el uno al otro. Aprende a respirar, a meditar o ten un espacio tranquilo para la introspección.
- Enfócate en las soluciones y disminuye tus expectativas. Esto te dará mayor sensación de control y disfrutarás más del proceso.
“La paciencia es necesaria, uno no puede cosechar inmediatamente lo que ha plantado”. Kierkegaard